LA MUERTE DE LA INOCENCIA

16.12.2020

UN RELATO DE BEGOÑA GALLEGO

LA MUERTE DE LA INOCENCIA

Aún era de noche cuando Berta González abandonó el hotel Albir. Caminaba sola y a paso ligero.
La tarde anterior se registró en el hotel. La acompañaba Óscar, su hijo de cuatro años. Tenía una intención :asesinarle.
Le había engañado prometiendole un viaje en tren y que para ello, debían dormir en el hotel porque la estación estaba más próxima que desde casa.
Y el niño nervioso, inquieto e ilusionado, le creyó.
Aún le daba vueltas a lo que iba a hacer. No se arrepentía, más bien, quería asegurarse de que nada podía salir mal.
Cenaron un plato de patatas fritas, una ensalada y arroz con leche, su postre favorito, para Óscar ; y una ensalada para Berta.
El niño se sentía feliz. Saboreando sus platos favoritos sin sospechar que degustaba su última cena.
Le dejó ver su programa favorito en televisión. Dos horas después, el niño seguía conectado a la caja tonta sin cerrar los ojos.
Su madre contaba con que se durmiera, pero su ilusión infantil no se lo permitía.
De modo que Berta le ofreció un vaso de leche con cacao para que surtiera efecto. Pero antes de dárselo, le añadió unas gotas de lejía del frasquito que escondía en el bolso.
Se quedó frito en seguida.
Su madre se acostó a su lado vigilando su sueño. En unos minutos, el brebaje haría su efecto y no despertaría nunca más.
Mientras su hijo dormía plácidamente, ella en cambio, no pegó ojo. Quería estar preparada para huir sin ser vista a la mañana siguiente.
A las seis de la mañana, salió sigilosamente de la habitación y se dirigió a la calle sin que nadie, en recepción, se percatara de su salida.
Una vez fuera del hotel regresó a su casa para hacer el equipaje y desaparecer. Fumaba un pitillo.
DÍA SIGUIENTE.
Lidia Casas tocó la puerta de la habitación 203 para comprobar si aún seguían dentro. No respondieron.
Introdujo la llave digital en la ranura de la puerta y vio a un niño dormido. Se acercó para verle mejor y le agitó suavemente para ver si reaccionaba. Pero no se movió.
Le tomó el pulso y fue cuando se alarmó porque no se lo encontró.
Cogió el teléfono de la mesita y presionó el botón de recepción.
-Señor Daniel, avise a la policía.
- Lidia, ¿Ocurre algo?.
-En la habitación 203 hay un niño solo y... Creo que está muerto.La inspectora Daniela Reyes se identificó en recepción y en seguida la acompañaron a la habitación donde yacía el cuerpo.
Una breve inspección le sobró para descubrir que el niño había sido envenenado.
Llamó a la científica para que inspeccionaran el lugar del crimen y trasladar el cadáver al Anatómico Forense.
Sandra Ocampo, la forense, examinó el color de la piel. Le sorprendió que un cuerpo tan pequeño no reaccionara al mal estar de su estómago al ingerir una bebida con lejía, por muy mínima que fuese la dosis. La muerte se produjo instantáneamente. No sufrió.
Y así se lo comunicó a la inspectora Daniela Reyes.
- Y tú, ¿cómo va la investigación?.
- Hemos visionado las cámaras de seguridad del hotel y hemos dado con la madre. Se registró con el nombre de Berta González y hemos conseguido que el recepcionista del hotel nos dé una copia del d. n. i y vamos a su encuentro.
- Estupendo , buena caza.
- Eso intentaré. Sin embargo, no consigo explicarme cómo una madre puede asesinar a su hijo de pocos años.
- Sí es joven, posiblemente, se sienta sobrepasada por la responsabilidad. Y si no es tan joven, también.
- Eso no es razón para matar a un niño.
- Para ti y para mi no, pero para algunas mujeres es una carga muy grande. Eso, o quiere hacer daño al padre del niño.
- Hay que estar desequilibrada para algo así.
- Y se está... Oye, ¿ocurre algo? Oigo mucho ruido.
- Qué voy conduciendo y hablando por el manos libres y algún día, si no es hoy, me la acabaré pegando.
- Pues dilo y no me enrollo tanto.En el domicilio estaba el ex marido de Berta y padre del niño. Al parecer, aprovechando que ella se iba de excursión con el niño, vino al domicilio a terminar de recoger sus pertenencias porque con Berta en casa era imposible, ya que la mayoría de veces acababan discutiendo delante del niño.
-Señor Martínez, tenemos que darle una mala noticia. - Anunció Daniela. - Su hijo ha sido hallado muerto en el hotel Albir.
-¡ Ha sido ella!. - Acusó Juan José Martínez con firmeza, rabia y dolor.
- Señor, así parece. Pero no se precipite. No hay pruebas para poder demostrarlo.
- No las necesito. Juró que lo haría. Y la creo. Desde que nació Óscar se volvió más violenta. Esa es la razón de nuestro divorcio. Me amenazaba, me insultaba y si le decía que la iba a abandonar, se volvía loca y me amenazaba con matar al niño.
-¿Y cómo logró el divorcio?.
- Visité a un abogado a escondidas. Cuando recibió la documentación y la leyó, quedó pálida pero se limitó a decir :
- Atente a las consecuencias.
- Y usted no se pudo marchar de casa porque eso le perjudicaría en los trámites de la custodia.
- Hasta que se firmó la separación no me fui. Pero la custodia había sido otorgada a la madre y...
- Todo está por verse.
Juan José asintió.
-¿ Alguna idea de dónde puede estar?.
- Tal vez la encuentren en la finca familiar. Hace siglos que está abandonada. Es una casa rústica de color azul. No tiene pérdida, está yendo a Santa Pola, justo al lado de la finca Los Olivares.
- ¿La casa roja?.
Asintió.
Daniela se despidió prometiendole noticias y lamentando lo ocurrido con su hijo y ordenó a un agente que le llevase con su hijo.Berta González se quitó la vida esa misma mañana por el mismo método por el que asesinó a su hijo.
Sabía que no tardarían en dar con ella, y que cuando así fuera, ya no tendría libertad.
Así, siendo cobarde mató y así de cobarde se suicidó.
Caso cerrado.